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Pan y Rosas

Martes 1ro de mayo de 2007

Debate con Plataforma Unitaria de las Mujeres Revolucionarias

Mujeres y socialismo del siglo XXI: ¿un feminismo patriarcal?

Fuente: Tatiana Malaver


El debate sobre el socialismo del Siglo XXI ha traído consigo también el debate sobre el feminismo y la cuestión de la mujer. En el último período, el discurso gubernamental e institucional hacia la mujer se ha dirigido, fundamentalmente, hacia la centralización del movimiento feminista y de mujeres de izquierda bajo la dirección de Chávez a través de la Plataforma Unitaria de las Mujeres Revolucionarias y, más concretamente, a través del PSUV. Para ello, han generado toda una matriz según la cual en Venezuela estamos asistiendo a un proceso progresivo y revolucionario donde las mujeres hemos logrado mayor empoderamiento, participación, igualdad y protección, en el plano simbólico, político, laboral, alimentario y de salud.

Si bien es cierto que desde el Estado se intentan consagrar ciertos derechos hacia la condición de la mujer, como la implementación de un lenguaje no sexista en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el reconocimiento constitucional al trabajo doméstico, junto con el derecho de las amas de casa a la Seguridad Social, la Ley de Inamovilidad Laboral en la cual se protege (por lo menos en el plano legal) a la mujer madre durante el embarazo y durante el primer año de nacimiento del bebé, entre otras, no es menos cierto que, en el plano concreto y estructural, la división del trabajo asalariado y doméstico sigue siendo completamente sexista y patriarcal; millones de mujeres siguen padeciendo condiciones de sobreexplotación, dobles jornadas laborales (el trabajo asalariado y el del hogar) y doble opresión (como trabajadora y como mujer).

Según María León, presidenta de INAMUJER, “uno de los grandes planteamientos de las mujeres en los sectores populares es el acceso al crédito para desarrollar una pequeña empresa sin desatender a los hijos. En esa aspiración hemos avanzado. Para ello, el Gobierno ha diseñado programas a través del Banco de la Mujer, Vuelvan Caras y Madres del Barrio”1. Esta política implica, no tanto la liberación de la mujer como sí el reforzamiento de la doble jornada laboral que la fórmula patriarcado + capitalismo ha logrado generar y consolidar. Se trata de brindarle a la mujer posibilidades de trabajo (no el doméstico), pero perpetuando los roles históricamente impuestos por el patriarcado y manteniéndola bajo las rejas que supone la esclavitud doméstica; tomando el espíritu de lo expresado por María León, “sin desatender a los hijos” y “desatender” al marido.

En este sentido, algunos sectores y organizaciones feministas (o de mujeres), han dejado a un lado las luchas necesarias para la reivindicación de las mujeres, fundamentalmente las trabajadoras y las pobres (eso para establecer diferencias necesarias en las distintas y distantes condiciones que existen entre las mismas mujeres), y se han adosado a las políticas del Estado sin ningún criterio de independencia, silenciando y neutralizando muchas veces exigencias fundamentales. Mientras desde el Estado se promueven los valores que perpetúan la condición doméstica, maternal y, por tanto, patriarcal de la mujer, algunas dirigentas y representantes de la cuestión de la mujer y del género, han acompañado estas políticas con total beneplácito y, casi en su totalidad, las han promovido invisibilizando, con ello, todo el trasfondo patriarcal que estas contienen.

Cuando se abrió la discusión sobre el aborto, varias representantes institucionales y del gobierno prefirieron postergarla y engavetarla, en función de un interés electoral, pues, según estas, si se abría la discusión ello podía afectar los resultados electorales en contra del “proceso”. ¿Cuántas elecciones más tendrán que pasar para que se asuma la cuestión del aborto como un asunto de salud pública que requiere medidas urgentes, aun cuando estas trasgredan los acuerdos del Estado con sectores conservadores, de la Iglesia católica y de la avangélica? Políticas promovidas como revolucionarias, emancipatorias y liberadoras, como las de la Misión Madres del Barrio*, los microcréditos del Banco de la Mujer y la última Ley de Lactancia Materna -donde, en vez de tomar medidas que permitan a la mujer salir de la cuarentena post-parto, la mantienen en el claustro privado del hogar-, no son más que políticas patriarcales que siguen manteniendo y condenando a la mujer a las cadenas de la esclavitud doméstica. ¿Por qué se muestra como revolucionario el hecho de brindar trabajo a la mujer sin deslastrarla de la carga que supone el cuidado de los hijos y del hogar? ¿No es esta en realidad una política de duplicación de la jornada laboral y doméstica que sostiene solo la mujer? ¿Por qué no se socializa el trabajo doméstico a la par que se le brinden condiciones a las mujeres para que pueda trabajar fuera del hogar sin que ello implique llegar a casa y seguir con la otra jornada de trabajo?

Mientras se promueven tales políticas, la situación de la mujer respecto a su condición salarial es no menos que dramática. Según cifras del Instituto Nacional de Estadística correspondientes al segundo semestre del 2006, el 23% de las mujeres económicamente activas tiene entre 2 y más años buscando trabajo. Del total de las y los ocupados, sólo el 39,1% corresponde a las mujeres, sin contar con que, para este instituto, el trabajo doméstico no es considerado como ocupación y, más bien, se lo coloca junto con el sector inactivo junto con el estudio y la discapacidad. Del total de mujeres que residen en el país, el 21,60% se dedica de forma exclusiva al trabajo del hogar, mientras que, del total de los hombres, solo el 0,38% se dedica de forma exclusiva al trabajo doméstico. Persiste, pues, la feminización de lo doméstico. Es de acotar también que, de las mujeres ocupadas, el 63,8% percibe un ingreso menor a 500.000 bolívares, el 33,56% percibe entre 500.000 y 1.499.000 y solo el 2,68%, percibe un ingreso mayor al 1.500.000 bolívares; esto quiere decir que el 97,36 % de las mujeres ocupadas perciben un salario menor a la canasta básica, que corresponde a 1.700.000 bolívares. ¿Cuál es, entonces, la política gubernamental hacia la condición salarial de la mujer luego de 8 años de gobierno? ¿Por qué sigue persistiendo el hecho de que es mayor la cantidad de varones que perciben mejores ingresos frente a las mujeres? ¿Cómo se explica que, frente a esta situación, las representantes institucionales de las mujeres, junto con un gobierno que se erige como feminista y socialista, hagan tanto silencio y sigan manteniendo tal condición?

Ninguna de las políticas dirigidas por el Estado plantea medidas estructurales que contribuyan a mejorar la condición de explotación y opresión de la mujer, ninguna de ellas permite que las mujeres trabajadoras y las mujeres de los sectores populares puedan elegir un proyecto de vida que no implique someterse a los grilletes del cuidado del hogar y de los hijos y de la doble jornada.

¿Qué pasa con la independencia y la autonomía? ¿Qué pasa con las demandas de la mujer trabajadora?

Mientras la situación de la mujer pobre y trabajadora se dibuja de este modo, las representantes feministas del proceso bolivariano y “revolucionario” se encargan de legitimar el carácter patriarcal de la política hacia la mujer, colocando en manos de Chávez, el mesías, la tarea de dirigir a las mujeres. Ello lo podemos ver en declaraciones de la propia María León cuando afirma: “...yo tengo una convicción, por sobre el liderazgo de nuestro Presidente en este país no hay nada, Dios solamente y Dios está con Chávez. Y si nuestro Presidente asume la decisión de la unión de esos movimientos de mujeres, ellas tienen que unirse, dignificarse y converger en una sola organización, porque él es quien puede aquí convocar; él es quien puede llamar a la unión; él es la única persona respetable; no hay ningún otro liderazgo que pueda lograrlo...”2.

Y esta posición, lamentablemente, no obedece a una consideración personal de María León, si no que, por el contrario, es expresión de toda una política levantada e impulsada por las organizaciones de mujeres que, en defensa a ciegas de Chávez, son incapaces de levantar las banderas y las consignas concretas que deben ser implementadas a favor de la emancipación de la mujer. Recientemente se realizaron en Venezuela distintos eventos en los cuales se reunieron las mujeres del proceso “revolucionario”. Uno pensaría que en estos eventos las mujeres se reunieron para discutir sobre cómo levantar frentes de luchas que logren conquistas fundamentales para la mujer; pero, más que ello, solo se leen consignas bastante abstractas, donde el predominio estuvo centrado no tanto en demandas referidas a la mujer, sino en la necesidad de respaldar el PSUV, Chávez, etc., y las que no, solo tocaron tangencialmente los problemas de la mujer, vendiendo la imagen de que en Venezuela la mujer ha logrado fuertes espacios de participación, igualdad y derechos.

La Plataforma Unitaria de Mujeres Revolucionarias en Venezuela, cuando uno lee la propuesta formulada por la FDIM, termina conviriténdose más bien en una plataforma para conformar el PSUV, aun cuando en algunas de sus líneas digan que se trate de una organización autónoma. En el documento de la FDIM podemos resaltar las siguientes líneas, contradictorias entre sí: “La Construcción de la sociedad socialista demanda el desarrollo de poderosas y genuinas organizaciones de masas, independientes y autónomas, que constituyan un inagotable caudal de energía política y revolucionaria, y una verdadera escuela de democracia popular”3. Y en el párrafo siguiente dice: “La construcción de esta organización debe seguir los parámetros generales, expresados por el presidente Hugo Chávez, para la conformación del Partido Socialista Unido de Venezuela...”4.

¿Autonomía organizativa cuando los parámetros que la plataforma siga deben ser los expresados por Chávez? ¿Cuál es, en realidad, el sentido de estos eventos y organizaciones?

La falta de autonomía e independencia política por parte de estas organizaciones y colectivos se convierten en un gran obstáculo al mantener en el silencio y neutralizadas todas aquellas demandas fundamentales y necesarias que puedan atentar contra la conveniencia partidista, de Chávez o “del proceso”.

Es esta misma falta de autonomía la que ha consentido los acuerdos políticos del Estado con la Iglesia y demás sectores religiosos, postergando la lucha por la despenalización del aborto, en virtud de una supuesta “inconveniencia política”.

Frente a la perpetuación de la opresión de la mujer, construyamos un movimiento de mujeres con independencia política

La política discursiva gubernamental por vender un programa neo-desarrollista y populista con rostro socialista, revolucionario y, ahora también, feminista, ha postulado que con el Socialismo del Siglo XXI se materializarán todas las demandas de las explotadas y explotados, de las oprimidas y oprimidos. El paraíso, pues, está en Venezuela. Sin embargo, una política consecuentemente socialista y emancipadora de la mujer no será tal si no contempla los mínimos derechos como el derecho a decidir sobre el propio cuerpo y proyecto, despenalización del aborto, liberación de la doble jornada laboral, entre otros tantos.

Frente a las políticas que viene asumiendo el gobierno, en las que no se libera a la mujer de su esclavitud doméstica, los y las revolucionarias debemos luchar porque los roles históricamente impuestos por el patriarcado y consolidados por el capitalismo a la mujer, sean superados por la necesaria socialización de lo que hasta hoy se ha asumido como un asunto privado. Una implacable penalización de la violencia doméstica, sexual y de género, la legalización del aborto, el concubinato y la unión homosexual, como derechos civiles y de salud y, la instauración de guarderías, casas-cuna, comedores populares, lavanderías populares, entre otros servicios, como derechos sociales, serían algunas de las medidas mínimas que podrían contribuir a la real emancipación de la mujer.

No a la división del trabajo sexista

Por la legalización del aborto

Por la igualdad de condiciones salariales

Por los derechos de la mujer trabajadora

Conformemos un movimiento independiente de mujeres.

Notas

1. María León, “En Venezuela jamás hubo tanta participación de la mujer como hoy”, en entrevista por Emilce Chacón, página web del MINCI. 20/04/07.

* Ver “La Misión Madres del Barrio ¿Liberando a la mujer de la opresión?”, por Tatiana Malaver Farías, en www.jir.org.ve y en En Clave Obrera No. 7, año 2006.

2. María León: "El Socialismo del Siglo XXI es el Comunismo", en www.jovenguardia.org.

3. FDIM, “Documento base para el debate sobre la Plataforma Unitaria de las Mujeres Revolucionarias de Venezuela”, en www.minci.gob.ve.

4. FDIM, “Documento base para el debate sobre la Plataforma Unitaria de las Mujeres Revolucionarias de Venezuela”, en www.minci.gob.ve.





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