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Periódico / Región

Sábado 5 de diciembre de 2009

¡FUERA LAS BASES MILITARES YANKIS DE COLOMBIA!

Se profundiza la acción directa gringa en América Latina

Por Gonzálo González


La escalada en las tensiones entre los gobiernos de Colombia y Venezuela ha levantado vientos de guerra, azuzados por xenófobos irresponsables de lado y lado. En Colombia, con toda la prensa burguesa (prouribista casi toda) banalizando la situación, hablando de la insania mental y la paranoia de Chávez, y del lado venezolano con los diputados y funcionarios oficiales haciendo hipócritas llamados al patriotismo y a la unidad nacional contra la agresión colombiana, mientras la oposición burguesa se desliza por posiciones ultra reaccionarias, cercanas al uribismo, como ya es su costumbre. ¿Qué hay detrás de esta escalada?

El intervencionismo yanqui en la base de la crisis binacional

Esta crisis es una expresión regional del despliegue ofensivo del imperialismo yanqui, quien luego del triunfo de Barak Obama en la Casa Blanca, reorientó las relaciones con América Latina, que en la era Bush fueron más retóricas que de acciones de fuerza directa, en virtud de los frentes de guerra abiertos en Irak y Afganistán. Obama realinea sus fuerzas en América Latina, tradicional área de influencia directa de Estados Unidos, en el marco de la crisis económica capitalista y luego de años de “descuido del patio”, que permitieron la emergencia de gobiernos nacionalistas y frente populistas, así como la penetración económica y política de agentes europeos y asiáticos. El abierto apoyo del gobierno yanqui al golpe militar en Honduras y de sus iniciativas políticas que buscan frenar en toda la línea el avance del nacionalismo en Centroamérica, así como el reposicionamiento militar en Colombia a través del acuerdo militar que da acceso y amplias posibilidades de acción en siete bases militares, son la concreción de este giro reaccionario del gobierno “de la esperanza” de Barak Obama.

Es en esta orientación política que Obama ha resaltado la posición de Brasil en la región, dándole tratos de estadista de potencia regional a Lula, al mismo tiempo que incrementa su presencia militar y política en todos los “puntos calientes” de América Latina. Igualmente frente a Chávez Obama se muestra “cordial” en el trato personal, al tiempo que no le concede espacios políticos que le permitan polemizar o ganar escena en las grandes ligas de la política continental, con lo cual Chávez ha gastado largos meses tratando de descifrar al “verdadero Obama”.

Los gringos apuntalan al reaccionario gobierno de Uribe

El gobierno de Uribe es un bonapartismo de derecha, que asienta su poder sobre unas Fuerzas Armadas repotenciadas por un gasto militar sin parangón [1]. Este poderío militar está en la base del programa de Seguridad Democrática de Uribe, que es una versión tropical de la Ley Patriota norteamericana, implantada por Bush a raíz de los atentados del 11 de Septiembre de 2001. En Colombia el gobierno de Uribe ha legitimado la más feroz represión a las luchas de los trabajadores y campesinos, con el argumento de la lucha contra el terrorismo guerrillero y su supuesta financiación, el narcotráfico, de acuerdo a la doctrina de Lewis Tamb (embajador yanqui en Colombia en 1982), quien acuñó el término “narcoguerrilla”, para despolitizar y deslegitimar la lucha guerrillera que tiene más de 60 años en Colombia. Pero Uribe impone su programa, sobre el genocidio sistemático que ha desarrollado la burguesía colombiana contra los trabajadores, así como el desplazamiento de millones de campesinos, en una vasta operación de despojo de tierras que ha sido una verdadera contrarreforma agraria [2].

Luego de la derrota electoral republicana, el programa de Uribe pareció tambalearse, pues su soporte militar está ligado al apoyo y financiación directa de EEUU y al trato preferencial que recibió de la administración Bush. Sin embargo la reorientación que está implementando Obama en la región, encuentra en Uribe a un incondicional aliado. Es en esas circunstancias que se inscribe la firma del “Acuerdo complementario para la Cooperación y Asistencia Técnica en Defensa y Seguridad entre los Gobiernos de Colombia y de Estados Unidos” firmado el pasado 30 de Octubre en Bogotá. Dicho acuerdo estaba en negociación desde que el gobierno ecuatoriano de Rafael Correa rescindió el acceso y permanencia de tropas yanquis en la base de Manta, Ecuador, obligando al gobierno estadounidense a buscar alternativas entre sus socios más abyectos.

El alcance de las bases militares cedidas a los yanquis

El objetivo formal del acuerdo es “…profundizar la cooperación en áreas tales como interoperabilidad, procedimientos conjuntos, logística y equipo, entrenamiento e instrucción, intercambio de inteligencia, capacidades de vigilancia y reconocimiento, ejercicios combinados, y otras actividades acordadas mutuamente, y para enfrentar amenazas comunes a la paz, la estabilidad, la libertad y la democracia” [3], pero esta interoperatividad, procedimientos conjuntos y ejercicios combinados se ejecutarán a lo largo y ancho sólo del territorio colombiano, con intervención de tropas yanquis, sujetas a la legislación estadounidense, es decir es un “acuerdo” claramente colonial.

Este acuerdo permite la ampliación del número de efectivos militares norteamericanos en Colombia por encima de los 800 efectivos regulares que limitaban los acuerdos del Plan Colombia hasta ahora, otorga el uso y ampliación de siete de las bases militares más importantes del país, incluyendo dos bases navales frente a los océanos Pacífico y Atlántico. Le concede los mismos “privilegios, exenciones e inmunidades otorgadas al personal administrativo y técnico de una misión diplomática”, con lo cual el personal militar, contratista (léase mercenarios y personal civil especialistas militares) y las personas a su cargo estarán exentas de la aplicación de la justicia colombiana. Como guinda de este coctel, el tránsito por territorio colombiano y la utilización de bienes inmuebles y muebles dentro de las bases no contempla ningún tipo de pagos por servicios, impuestos, ni regulaciones colombianas, con lo cual el propio ex presidente Ernesto Samper ha indicado que es el “peor error de la política exterior colombiana desde que se perdió el istmo Panamá” [4], ante lo cual habría que decir que por Panamá al menos pagaron unos cuantos dólares, pero en este acuerdo por diez años “prorrogables”, es Colombia quien paga por los “servicios de seguridad” recibidos. Se completa este cuadro con la posibilidad de uso de aeropuertos civiles, indicados en su artículo V sobre autorización de ingreso y sobrevuelo de aeronaves.

Desde el punto de vista estratégico-militar, las bases forman parte del dispositivo de aseguramiento básico de EEUU. Incluso como antecedente del Acuerdo citado, en la solicitud que hizo el Pentágono para adecuar Palanquero (una de las bases ubicada en el departamento de Cundinamarca, en el centro de Colombia), se establece que esta base es para “neutralizar a los gobiernos hostiles a Estados Unidos”. Respecto al tipo de equipos que habrá en las bases, se sabe ya que Palanquero será la base de los C17, que son para transportar hasta 70 toneladas de material bélico, con autonomía de vuelo para toda América Latina; desde la base de Malambo, en el Caribe colombiano, operarán los aviones P-3 Orion, naves de espionaje ligero; los Boeing Galaxy, para transporte masivo de pasajeros y los Awacs, que son plataformas electrónicas volantes con radares de amplio espectro tendrán como sede la Base Apiay. Por su parte en las bases navales de Bahía de Málaga y de Cartagena se desplegarán las embarcaciones de guerra que en combinación con los aviones P-3 Orion y Awaks permitirán un control naval del Mar Caribe, el Océano Atlántico y Pacífico muy superior a las necesidades inmediatas del mar territorial colombiano [5].

La impotencia del progresismo latinoamericano

Las reacciones de los diversos gobiernos “progresistas”, nacionalistas burgueses unos, frente populistas otros, han estado definidas por las movidas estratégicas de Colombia y EEUU, más que por la retórica antiimperialista que los caracteriza. Así, los gobiernos “socialistas” de Brasil y Chile han “manifestado preocupación” con una tibieza propia de sus gobiernos burgueses semicoloniales a quienes el patrón del Norte acaba de lisonjear y manosear, otorgándoles una beligerancia política que es en verdad un calmante ante la andanada gringa frente a sus narices. Por su parte, en medio del aumento de las tensiones, el Gobierno ecuatoriano de Correa acaba de normalizar relaciones diplomáticas con Colombia, empujado por las presiones económicas, luego de la ruptura por la descarada operación militar colombiana al Norte de Ecuador contra un campamento de las FARC. Los socios de Venezuela en el ALBA no atinan a decir nada, pues acusan aún la derrota de su ofensiva diplomática en Honduras, quedando entonces el gobierno venezolano muy solitario en su “lucha antiimperialista”, que es realmente muy inconsecuente si se juzga por las sólidas, puntuales y subordinadas relaciones económicas de Venezuela con los EEUU. Como es propio del nacionalismo burgués, Chávez apela a los gobiernos de América Latina e –internamente en Venezuela- a la “unidad nacional” y al patriotismo frente a la agresión, en vez de llamar a la movilización de masas contra la intervención yanqui. El proyecto bolivariano que pregona Chávez tiene influencia de masas en toda América Latina, por lo cual un llamado a la movilización abierta de los trabajadores y campesinos tendría un interesante eco en toda la región. Frente a Colombia el chavismo ha optado por desafiar al peón de los yanquis, Álvaro Uribe, al tiempo que al igual que las FARC hacen un llamado “a los militares de honor” y llaman a “recapacitar a Obama”, tal como lo hace El Polo Democrático de Gustavo Petro. Pero esta es una política estéril, pues sólo los trabajadores y campesinos movilizados podrán detener esta ofensiva yanqui, para lo cual el Polo Democrático y el propio Chávez tendrían que llamar a los sindicatos y gremios colombianos (¡muchos de los cuales dirige el Polo!) a parar las bases en las calles, con la Huelga General.

En Venezuela el chavismo apela a las viejas y reaccionarias “hipótesis de guerra” del ejército venezolano para alimentar la xenofobia y la “unidad nacional” alrededor de Chávez y la FAN en provecho del proyecto nacionalista burgués. Es así como en el marco de las tensiones se ha puesto en el tapete la implementación de las “milicias” y “cuerpos de combatientes” en fábricas e instituciones gubernamentales, manipulando la situación para hacer pasar estos mecanismos de coerción contra las luchas reivindicativas de los trabajadores.

La posición revolucionaria frente a la situación binacional

Frente a esta terrible agresión yanqui, los socialistas revolucionarios llamamos a la movilización más amplia en las calles, levantando la Huelga General en Colombia contra la intervención militar auspiciada por su burguesía asesina y entreguista.

Pero tal posición pasa por denunciar ante los trabajadores las posturas de la guerrilla y de los estalinistas como ha sido la conducta de nuestra corriente internacional frente a la agresión imperialista y los métodos de exterminio de la burguesía colombiana contra los trabajadores. Decimos que en Colombia “están planteados dos programas y estrategias radicalmente opuestos. Uno, utiliza la lucha de masas, comenzando por la heroica guerra campesina, como una palanca de presión sobre la clase dominante, para forzarla a ceder concesiones y reformas en el régimen político, con la promesa de que por esa vía se podrán solucionar las demandas de tierra y libertad. Es el programa reformista de las FARC y la guerrilla en su conjunto. Es también el programa de la burocracia sindical, del Partido Comunista, del MOIR maoísta, y de todo el espectro stalinista y populista que defiende la colaboración de clases con un ala de la burguesía. Y sólo puede llevar a desastres al movimiento obrero y campesino, como lo demuestran toda la historia de la lucha de clases en Colombia y el mundo a lo largo del Siglo XX. El otro, es el programa obrero y revolucionario que parte, como resume el Programa de Transición trotskista, de que "la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas."

No hay salida a la demanda campesina de tierra, a la ruptura de las cadenas que subordinan Colombia al imperialismo, a los reclamos más elementales de los obreros rurales y urbanos, sin destruir el poder y afectar la propiedad de los grandes capitalistas dueños de las tierras y las fábricas, y expropiar a los monopolios imperialistas que saquean el país. No puede hablarse siquiera de paz para el pueblo y libertades políticas y de organización para las masas, manteniendo en pie al ejército masacrador y al poder de los ricos que alimentan a las bandas fascistas.” [6]

Simultáneamente exigimos al gobierno de Chávez la revisión de los acuerdos económicos con las empresas norteamericanas, cuyo gobierno es el principal agresor e instigador contra Venezuela, expropiando sus bienes, nacionalizando sus fábricas y poniéndolas a producir bajo control obrero. En Colombia, en Venezuela y en toda la América Latina, la verdadera independencia frente al imperialismo ocurrirá cuando bajemos del poder a las burguesías locales (cipayos por definición) e instauremos la dictadura del proletariado como alternativa frontal a la dictadura burguesa que hoy nos azota.

[1De acuerdo a la Contraloría General de la República de Colombia, en 2008 el gasto público en defensa y seguridad alcanzó el 4,7% del PIB, igualándolo a los gastos sumados en Salud, Educación y Saneamiento. Esta dinámica sitúa a Colombia entre los 10 países del mundo con mayor gasto militar y de tercero en América después de EEUU y Chile, siendo 1,6% el promedio del continente. “Estas cifras deben relacionarse con el hecho de que aproximadamente un 80% de los servidores públicos hace parte del sector Defensa, cuya área más representativa es la de su pie de fuerza, que se estima en 373.000 efectivos a diciembre de 2007, la segunda más grande del continente.”

[2Eduardo Molina, “La Violencia y los orígenes de las FARC”, Estrategia Internacional Nº9, Julio 1998.

[3Cancillería de la República de Colombia, “Acuerdo complementario para la Cooperación y Asistencia Técnica en Defensa y Seguridad entre los Gobiernos de la República de Colombia y de los Estados Unidos de América”.

[4Revista Semana, Colombia, 21 de Noviembre de 2009.

[5Revista Cambio, Colombia, 1 de Julio de 2009.

[6Eduardo Molina, “Dos programas enfrentados”, Estrategia Internacional Nº9, Julio 1998.






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