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Periódico / Teoría

Martes 6 de marzo de 2012

DESMITIFICANDO CIERTAS “VERDADES”

¿Está Chávez interesado en desarrollar la conciencia revolucionaria de los trabajadores? (Parte I)

Por Angel Arias


En la primera nota de esta serie develamos lo absurdo que resulta la idea –difundida alegremente por muchos intelectuales, corrientes políticas y activistas– de que en nuestro país la clase obrera “prácticamente no existe” o en su defecto juega un rol social insignificante, aportando resumidamente una serie de datos al respecto, mostrando cómo “la clase trabajadora tiene un lugar determinante en la economía, constituyendo por sí sola más de la mitad de la población ocupada, siendo la clase social más grande del país y, potencialmente, la más poderosa, por su ubicación objetiva en todos los centros claves y neurálgicos de la sociedad” [1].

Esta vez tomaremos la idea –no menos extraña que la anterior– muy difundida entre muchos sectores de la izquierda chavista o filochavista, según la cual el gobierno de Chávez no avanza en medidas revolucionarias reales porque “el pueblo –y específicamente los trabajadores– no tiene aún el nivel de conciencia necesario”, lo que otros completan planteando que precisamente por eso Chávez hace todos los intentos que puede para hacer avanzar la “conciencia revolucionaria” de los trabajadores.

La conciliación de clases necesita la confusión de la conciencia de los explotados, no su esclarecimiento

En la raíz de estos razonamientos hay un grave problema: partir de un supuesto falso, a saber, que Chávez encabeza un proyecto revolucionario anticapitalista. Al parecer viven en otro país y no en este, donde después de trece años de gobierno de Chávez, de instauración y equilibrio relativo de un nuevo régimen político con gran apoyo de masas y control institucional, derrotados los intentos más violentos de la oposición proimperialista, el capitalismo y la explotación del trabajo siguen siendo en esencia iguales que antes, continúa casi igual la extracción de ganancias y recursos del país por parte de los capitales imperialistas, el poder político real no lo tienen los trabajadores y pobres, todo lo cual hace que sigamos viviendo en un país de groseros contrastes y desigualdades sociales, y sin señas de que esto vaya a ser revolucionado por iniciativa del gobierno.

No entienden –o lo ocultan conscientemente– que esto es así porque Chávez no se propone ninguna revolución social verdadera, es decir, el desarrollo de la lucha de clases de los explotados hasta derrotar a sus explotadores y comenzar la construcción de una nueva sociedad, sino que al contrario contempla la conciliación de clases, la coexistencia “pacífica” entre capitalistas y trabajadores. Propone al poder del Estado como “árbitro” de las inevitables contradicciones y luchas entre los explotadores y las masas trabajadoras, no como un poder para derrotar a los explotadores, sino para forzar la conciliación entre las clases. Chávez no quiere más poder para él y el Estado para acabar con la explotación sino para “ordenarla” hacia el “desarrollo nacional”: una reorganización parcial de la economía nacional manteniendo la explotación capitalista, con intervencionismo y ayuda del Estado para dar crédito barato y subsidios a los empresarios “productivos”, “ayudas sociales” a los más pobres que el mismo sistema genera, y para “disciplinar” a los trabajadores y explotados cuando luchen más allá de lo que el gobierno desea.

Por eso Chávez no desea ni busca el esclarecimiento de la conciencia revolucionaria de los trabajadores y trabajadoras, porque una conciencia de clase desarrollada implica justamente todo lo contrario a la idea de conciliación de clases que propone y practica Chávez, una conciencia revolucionaria negaría la idea de “construir un país” junto con los empresarios, banqueros y terratenientes que diariamente se chupan el esfuerzo de la clase trabajadora, por más “productivos” o “nacionalistas” que fuesen. Un desarrollo de la conciencia revolucionaria de la clase obrera impediría a Chávez hacerse pasar por el “árbitro” de la lucha de clases (dirigiendo desde el Estado burgués cuándo luchar, por qué luchar y hasta dónde luchar), y al contrario llevaría a los trabajadores y trabajadoras venezolanas a confiar solo en sus propias fuerzas y métodos de lucha, a desarrollar su propio programa de sociedad y de país, a buscar vías para construir su propio partido político revolucionario, sin ninguna confianza en un líder que no está interesado en abolir la propiedad privada capitalista y que se vanagloria cada tanto de ser el garante de la “paz social” (es decir, de que no haya ofensivas revolucionarias de los de abajo contra los explotadores).

¿Cómo va a estar el comandante Chávez haciendo “esfuerzos” por desarrollar la “conciencia revolucionaria” de los trabajadores? Precisamente lo que sí hace enormes esfuerzos –junto a todos los dirigentes, arribistas y corrientes políticas que gobiernan con él– es en confundir a la clase obrera, en mentirle descaradamente: inculcarles que con su gobierno ya están los trabajadores en el poder, que hoy en el país hay una revolución socialista, que el socialismo implica la supervivencia de la clase capitalista y la explotación de los trabajadores (tanto en las empresas privadas como estatales), que el Estado burgués y sus Fuerzas Armadas son aliados y amigos de los trabajadores, que mientras más poder tenga el Estado y sus cuerpos represivos mejor para los trabajadores, que la revolución anticapitalista es mantener intacto el capitalismo pero con un presidente con “sensibilidad social” (que cuando hay altos ingresos petroleros permita que lo pobres sean un poco menos pobres), que revolución social es lo que tenemos hoy y por tanto no se puede aspirar mucho más que eso, que está mal hacer huelgas, paros y ocupaciones de empresas sin el consentimiento de los patrones o del Estado, que si los obreros en su lucha chocan con el Estado son “contrarrevolucionarios” y “faltos de conciencia”, que los gobiernos burgueses y los capitalistas de otros países “aliados” son amigos de los trabajadores venezolanos y de los trabajadores de sus respectivos países, y un larguísimo etcétera en la lista de ideas falsamente “revolucionarias” que este gobierno difunde masivamente.

Nadie en su sano juicio puede pretender que este aluvión de mentiras en nombre de “la revolución” y “el socialismo” está orientado a esclarecer la conciencia de clase de los explotados para colocarlos en mejor posición para pelear por su emancipación.

Ahora bien, no falta quien, empeñado en justificar al gobierno, varía el argumento y afirma que tampoco el proletariado venezolano ha dado señas reales de tener o desarrollar su conciencia de clase y que eso en modo alguno puede achacársele a Chávez, sino que es una carencia –una deficiencia– intrínseca de los trabajadores. En la próxima entrega nos ocuparemos de algunos ejemplos de los últimos años que muestran cómo el mismísimo Chávez y sus funcionarios han estado al frente de políticas y ataques para desmontar experiencias tendientes al desarrollo de la potencialidad revolucionaria de los trabajadores.

[1“Algunos datos y breves comentarios sobre la ‘inexistencia’ (o ‘insignificancia’) de la clase obrera venezolana”, En Clave Obrera Nº 26.






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