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Periódico / EDITORIAL

Domingo 16 de noviembre de 2014

EL PAÍS ATRAVIESA EL FIN DE UNA ETAPA

Sacar lecciones estratégicas y forjar una alternativa revolucionaria de la clase trabajadora

Por Ángel Arias


EDITORIAL DE EN CLAVE OBRERA Nº 34.

La ausencia del “hombre fuerte” de la nación

La muerte de Chávez marcó el inicio de una etapa de crisis política, porque era quien había concentrado durante casi 15 años el liderazgo de masas y la dirección del país. A la debacle de puntofijismo, Chávez vino a significar la figura alrededor de la cual se asentó el nuevo régimen de dominio. Al no estar ya, se desequilibra el engranaje, porque aun cuando venía mermando su apoyo, Chávez expresaba una determinada correlación de fuerzas entre las clases del país, y entre el país y las potencias extranjeras. Su muerte dejó un vacío muy difícil de llenar.

La crisis económica

A esto se suma la crisis económica: escasez de dólares, baja producción, escasez de productos, inflación galopante, especulación. Como explicamos en otro artículo de este periódico, estamos ante el agotamiento de una política económica y social que se basó en una mayor captación de renta petrolera y un fuerte crecimiento del endeudamiento del Estado (cuando la renta no fue suficiente), mientras los grandes capitales imperialistas y nacionales no dejaron de embolsillarse, como siempre, una gran masa de las riquezas producidas en el país. Por eso el país quedó ¬–una vez más– sin “desarrollar” su economía, no le alcanzan los dólares del petróleo y está más endeudado con el extranjero. No es la crisis de un “modelo económico socialista”, sino del capitalismo rentístico dependiente.

Se abre un período convulsivo

Esta combinación de crisis política y crisis económica, corona la decadencia que venía mostrando el chavismo como régimen de dominio, señala el fin de la etapa de la “revolución bolivariana” y la apertura de un período convulsivo en el país: el chavismo no cuenta con las condiciones (económicas ni políticas) para seguir gobernando como antes, y se ha iniciado en el país una transición hacia un nuevo régimen político “postchavista”: cómo se reacomoda la correlación de fuerzas entre las distintas clases nacionales y sus diferentes sectores económicos y políticos, así como entre el país y los gobiernos y capitales imperialistas, ¿quién va a gobernar de ahora en adelante y cómo?

Ese tránsito no será gradual y pacífico (como lo muestran los días siguientes a las elecciones que a duras penas ganó Maduro, o las acciones de calle de febrero y marzo pasados). A los elementos internos, hay que agregar la presencia siempre acosadora e injerencista del imperialismo yanqui (además de otras potencias capitalistas con nuevos intereses en el país, como China).

¡La clase trabajadora tiene que hacerse sentir!

También está en juego qué clase social va a perder con las medidas para “salir de la crisis” económica. Aún con sus marcadas diferencias, gobierno, empresarios y oposición terminan coincidiendo en que los platos rotos los paguemos los trabajadores y el pueblo pobre, con los aumentos de precios, la continua devaluación del bolívar, seguir endeudando al país, la exoneración de impuestos a sectores empresariales (mientras el pueblo paga IVA), los despidos, las retaliaciones, juicios y represión a los trabajadores que luchan. Y esto es apenas el comienzo.

Debemos irrumpir con fuerza, con independencia ante el gobierno y la oposición, para evitar que sigan descargando la crisis sobre nuestras espaldas. La crisis del chavismo no se hace más intensa, entre otras cosas, porque la oposición de derecha no avanza lo rápido que quisiera por sus divisiones internas. Aún no se configura una nueva correlación de fuerzas que le otorgue hegemonía a la derecha, aunque trabajan para eso, aprovechando la crisis.

La clase trabajadora representa una enorme fuerza potencial que, de irrumpir con sus propias demandas y métodos de lucha, puede introducir nuevos valores en la ecuación, hacerse pesar en la nueva configuración de fuerzas que se juega en el país.

La lucha es de clases

El gobierno habla de “independencia y revolución”, de “socialismo”. Sin embargo, a pesar que ciertamente el país ganó márgenes de soberanía política y no está sometido a los dictámenes del imperialismo yanqui (o europeo), su economía no escapa a los mecanismos e imposiciones del capitalismo imperialista, por los cuales seguimos siendo dependientes y tampoco podemos disponer realmente de todos nuestros recursos, sino que una parte importante va a parar a las potencias capitalistas.

Esto es así porque para lograr una verdadera independencia hay que romper los mecanismos de dependencia, luchar hasta el final contra los capitales y gobiernos imperialistas, una pelea que la burguesía nacional jamás ha dado ni dará, siendo cómplice de la dominación, y esto es un obstáculo para la emancipación nacional, porque es la clase dominante del país. Por eso una verdadera y consecuente defensa del interés nacional implica una lucha de clases a lo interno de nuestra sociedad, una lucha de los trabajadores junto al pueblo pobre, no solo contra los imperialistas sino también contra la burguesía nacional, para desplazarla de su posición dominante.

Y si el objetivo declarado no es solo la “independencia nacional” sino también “el socialismo”, eso implica una durísima lucha contra la clase capitalista nacional hasta derrotarla, porque socialismo es acabar con la explotación y opresión social, y la burguesía nacional es, junto al capital extranjero, la responsable de la explotación de los trabajadores y de las injusticias sociales que siguen vivitas y coleando en el país.

Pero esta nunca fue la perspectiva de Chávez, que aspiraba contar con una burguesía “productiva” y “patriota”, y siempre buscó “conciliar” los intereses de clase, sin echar abajo la sociedad burguesa. Ni aún en los momentos de ataques más rabiosos de la burguesía nacional, cuando el pueblo trabajador desplegó grandes energías y disposición al combate, Chávez se propuso despojar de su poder a los capitalistas. Por eso decía cosas como que: “Si no fuera por este proceso de revolución democrática y pacífica no sé qué estaría pasando en Venezuela, no sé cuántos Caracazos tendríamos (...) No estarían los burgueses viviendo plácidamente como ahora”. Así, preservó a esa misma burguesía nacional que hoy chantajea al pueblo trabajador, mientras sus representantes políticos más genuinos -la oposición de derecha- recogen los frutos del descontento y se preparan para volver a gobernar.

Forjar una alternativa revolucionaria propia de los trabajadores

Una lección importante de este período es que el principal antagonismo en nuestra sociedad no es entre chavismo y oposición, mucho en menos entre “demócratas” y “autoritarios”, sino entre clases sociales, porque aun cuando Chávez expresó las genuinas aspiraciones de soberanía nacional y justicia social del pueblo, nunca se propuso desarrollar la lucha de la clase trabajadora para vencer a los capitalistas.

Es por eso que contra el imperialismo y la derecha, no bastaba ser chavista, se necesitaba un proyecto político revolucionario propio como clase, distinto al de conciliación de clases de Chávez, para luchar por expulsar realmente al imperialismo, expropiar a los explotadores –socializando las riquezas– y conquistar un gobierno propio de los trabajadores y el pueblo pobre. Como no hubo esta alternativa, la fuerza del pueblo trabajador fue usada por Chávez solo para amenazar a la burguesía y al imperialismo pero, al final de cuentas, mantener este mismo orden social.

Hoy, ante la debacle del chavismo y el nuevo fortalecimiento de la derecha, sigue siendo necesario plantar las banderas de esta alternativa política revolucionaria y socialista, y luchar por construirla en las fábricas, centros de trabajo y estudio.


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