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Lunes 14 de mayo de 2012

CON IMPORTANTE PONENCIA DE EMILIO ALBAMONTE

Se presentaron las Obras Escogidas de León Trotsky en la Feria Internacional de Libro de Buenos Aires

Nota de Prensa IPS


El 29 de abril en la sala Jorge Luis Borges de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, ante más de 400 asistentes, se realizó la presentación del libro “Stalin, el gran organizador de derrotas”, el primer tomo de las Obras Escogidas de León Trotsky que publicarán Ediciones del IPS y el CEIP en coedición con el Museo Casa León Trotsky de México y el apoyo de Esteban Volkov, nieto de Trotsky. Presentados por Julio Rovelli (Ediciones del IPS), participaron del panel Gabriela Liszt del CEIP “León Trotsky”, Christian Castillo, dirigente del PTS y director de la revista Lucha de Clases, y Emilio Albamonte, dirigente del PTS y director de la revista Estrategia Internacional.

La publicación de las obras escogidas de Trotsky

Gabriela Liszt comenzó señalando que para el lanzamiento de estas Obras Escogidas: “es una gran oportunidad para nosotros, que venimos difundiendo su obra desde 1998, contar con el apoyo del Museo Casa de León Trotsky, con quien haremos la coedición de más de 20 volúmenes. También contamos con el apoyo de Esteban Volkov, el nieto de Trotsky, y de muchos intelectuales que nos felicitaron por esta nueva iniciativa”.

Dijo que el objetivo es llegar a todos los países de habla hispana, a México, a Chile –donde hay un gran proceso de lucha de clases-, a los latinos en Estados Unidos, al Estado Español, y por qué no a Cuba. Partió de que existe una situación internacional que hace necesario que vuelvan a publicarse estas obras, pero no como un ‘refrito’ ni como un negocio editorial. También señaló que cuentan con muchos elementos que no tenían quienes publicaban las obras de Trotsky en los años ’30. Y agregó: “Luego de un interregno, en los años ’70 hubo editoriales y partidos de izquierda que se propusieron reeditar las obras de Trotsky, por ejemplo, editorial Pluma publicó los Escritos de 1929 a 1940; Política Obrera, que como editorial El Yunque publicó varias obras; o las ediciones de Juan Pablos Editor en México. Pero creemos que pueden mejorarse mucho, teniendo en cuenta que en 1980 se abrieron los archivos de Harvard, donde Trotsky dejó gran parte de sus documentos, que surgieron varios centros de investigación trotskista como el Instituto León Trotsky de Francia dirigido por Pierre Broué, Revolutionary History dirigido por Al Richardson o el CERMTRI dirigido por Jean Jacques Marie, que aportaron gran cantidad de materiales, que nos permitieron llegar a obras o artículos inéditos en castellano. Los clásicos, como Mi Vida, Historia de la Revolución Rusa, los escritos sobre España o Francia pueden ser mejorados y aumentados para que las nuevas generaciones aprovechen las enormes lecciones de este gran revolucionario”.

Para finalizar, planteó que desde el CEIP ya publicaron 16 obras-compilaciones de Trotsky, digitalizamos los Escritos, se sacaron numerosos boletines electrónicos, una página web con traducciones inéditas, etc. “Nuestro objetivo es que todas estas publicaciones salgan lo antes posible pero con la mayor calidad, la mayor investigación, sumando nuevos colaboradores, que ya tenemos en Argentina, el Estado Español, Francia, Inglaterra y México. Queremos sumar muchos colaboradores más para llevar adelante este proyecto”.

Táctica y estrategia en la época imperialista

Emilio Albamonte abrió su intervención señalando que la elección de esta obra de Trotsky como primer tomo de las Obras Escogidas no era casual sino que estaba ligada a una revalorización del pensamiento estratégico, contraponiéndola a la idea que se quiso imponer luego de la derrota de la dictadura, de la derrota de Malvinas, del menemismo, de que la izquierda sólo tenía que discutir de táctica (elecciones, trabajo sindical, etc.). Destacó que con el mismo objetivo en el PTS se realizaron dos seminarios en 2011 y 2012, uno sobre el tratado clásico de estrategia de Karl von Clausewitz, De la Guerra, y otro sobre la concepción de estrategia en el marxismo de León Trotsky.

Al referirse a uno de los puntos de partida de esta reflexión, Albamonte señaló “El primero es ir contra la idea naturalizada de que la izquierda no puede vencer. Venimos de treinta años de lo que llamamos -en un artículo de Estrategia Internacional- una ‘Restauración burguesa’, un período sin revoluciones como hubo después de la derrota de la Comuna de París de 1871 hasta la Revolución Rusa de 1905. Sobre aquel período Lenin decía que habían sido 30 años de avance del revisionismo pacifista en el movimiento socialista internacional. Hoy nos enfrentamos a algo parecido, donde compañeros anarquistas o autonomistas plantean ‘para qué un partido’, ‘para qué partido de vanguardia’, etc.; o teóricos que hablan de la perspectiva comunista como Badiou, Negri, etc., que ven los fenómenos revolucionarios como acontecimientos que surgen ex nihilo1, donde los problemas estratégicos y el de la construcción de un partido revolucionario se discuten muy poco.”

Luego señaló el estudio y la apropiación de aspectos de Clausewitz realizada por Lenin y Trotsky. Cómo, en el caso de Lenin, éste coincidió con un momento de enorme productividad intelectual y de “rearme” teórico luego del estallido de la Primera Guerra Mundial, en simultáneo con su estudio sobre la Lógica de Hegel, y su elaboración de El Imperialismo, etapa superior del capitalismo, en el marco de que la actualidad de la guerra y de la revolución planteaban los problemas de estrategia en un nuevo nivel.

“Ya Rosa Luxemburg –señaló- había luchado contra la estrategia de Kautsky, antes que Lenin y antes de que éste se pasase a las filas del socialchovinismo; sin embargo, como dice Trotsky en este libro [Stalin, el gran organizador de derrotas] y en otros escritos, los problemas de la guerra y de la insurrección sean quizá los puntos más flojos en la reflexión de Rosa.” Y agregó sobre la apreciación de Trotsky sobre la obra de Luxemburgo: “es el movimiento vivo del proletariado el que los intelectuales tratan de asumir, donde nadie tiene ‘el conjunto de la teoría marxista’ […] Una de las grandes tragedias que hizo el stalinismo, es que el diálogo teórico-político abierto por Luxemburg, Trotsky y Lenin fue interrumpido por decenios, y en algún sentido sigue interrumpido hasta ahora”.

Recuperar la estrategia

Albamonte analizó la recuperación de los debates de estrategia por parte de los marxistas a principios del siglo XX: “Releyendo a Clausewitz, con definiciones tan sencillas como que la táctica es el arte de ganar los combates y la estrategia el arte de utilizar los resultados de los combates para ganar la guerra, vimos que ese punto estaba separado de las discusiones en el marxismo histórico. Los que vuelven a plantear esta discusión antes que Lenin son [Franz] Mehring de la socialdemocracia alemana, que escribe sobre el arte militar, y un historiador militar reaccionario, [Hans] Delbrück. […] Entre Kautsky y Luxemburg se desarrolló una gran discusión donde el primero, basado en Delbrück opinaba que la segunda Guerra Púnica2 se había ganado por la ‘estrategia de desgaste’ de Quintus Fabius el “Cunctator” -es decir, el “demorador”- y que el movimiento obrero alemán tenía que tener esa estrategia […] Luxemburg quien toma al historiador de Roma, [Theodor] Mommsen, para contestar los argumentos históricos, demuestra que la “estrategia de desgaste” sólo permite ganar tiempo y que el movimiento obrero no se puede quedar sólo con una estrategia de este tipo. […] Justamente, la Sociedad Fabiana –cuyo nombre alude al romano Quintus Fabius-, aún hoy conserva su influencia en el Partido Laborista, y opina que el movimiento obrero debe avanzar ‘culturalmente’ para lograr así cambiar el capitalismo desde adentro en dos o tres siglos…” Ligando estos debates a la relación entre programa y estrategia, Albamonte señaló: “En cuanto a lo estratégico tenemos una discusión con los compañeros del PO, que nos decían que el programa y la estrategia eran lo mismo. Nosotros decimos que la estrategia es una parte clave del programa, pero no lo mismo. […] Trotsky explica en el Stalin,…, que el término “estrategia” fue restituido por la III Internacional, ya que la II sólo hablaba de “táctica”. Critica que en el programa de la IC de Stalin y Bujarin se hablaba de estrategia en general, pero que sobre el problema fundamental de la estrategia, es decir, sobre las condiciones y los métodos que conducen a la insurrección propiamente dicha, la conquista del poder, sólo se decían generalidades. […] Entonces volvimos a cuestionarnos por qué Trotsky y Lenin habían estudiado a Clausewitz y habían surgido estas teorías y discusiones entre Kautsky y Luxemburg, y nos dimos cuenta que no le habíamos dado suficiente importancia, antes de leer a Clausewitz, a que en este libro [el Stalin,…] hay un capítulo enorme llamado ‘La táctica y la estrategia en la época imperialista’.”

Marxismo y militarismo. Partido y soviets

A continuación, Albamonte comenzó una comparación entre el pensamiento estratégico de Clausewitz y el de Trotsky donde resaltó: “Leímos a Clausewitz y nos llevó a leer a Trotsky, porque llegamos a lo que se llama la ‘trinidad’ de Clausewitz. […] hay tres elementos que la forman: el gobierno, que da la orientación política; el ejército y los generales, que toman la relación de fuerza y trabajan con las probabilidades (porque el azar es un componente de toda guerra); y por último, el pueblo, que es el portador un ‘sentimiento hostil’…”

Sobre el primer elemento de la “trinidad” –la orientación política- señaló cómo, en un mismo sentido, “Trotsky polemiza contra los que opinan que la clase obrera debe administrar ‘sin dirigentes’ -como plantean compañeros anarquistas, populistas o autonomistas- ya que parten de una idealización inconsciente del capitalismo, pensando que una sociedad fundada en la esclavitud salarial puede elevarse a su independencia de clase sin una dirección que contenga a sus elementos más perspicaces y templados. Si esto fuera así, se podría lograr la transformación de la sociedad pacíficamente. Entonces la estrategia fabiana sería correcta y ser revolucionario sería un desastre. Sin embargo, la revolución es necesaria para arrancar a las masas populares del atraso y la ignorancia, y para que la revolución sea victoriosa deben ligar sus esperanzas y sus luchas a un partido que se haya convertido en la condensación de su propia lucha. Y esta dirección se forma a través de un largo proceso de selección y educación.” Y, polemizando con un artículo recientemente republicado de Oscar Del Barco sobre Lenin3, agregó: “…partimos de discutir que lo importante no es tener ‘derrotas dignas’, aunque tengamos muchas, lo importante es vencer, liquidar la explotación del hombre por el hombre. Para eso hay que dotarse de instrumentos. Trotsky define a la estrategia justamente como el arte de vencer.”

Al momento de referirse al “pueblo”, tercer elemento de la “trinidad” de Clausewitz, destacó desde qué lectura lo abordaría y planteó: “dentro de los trotskistas, somos los más ‘libertarios’. Le dimos tanta importancia al problema de los soviets, de los consejos obreros, que lo elevamos a problema de la estrategia. Volvimos a Trotsky para ver si, como nos dicen muchos compañeros de la izquierda, los soviets son instrumentales y no son clave, así como lo es el partido revolucionario.”

En respuesta a esta cuestión sostuvo: “Trotsky plantea que el carácter revolucionario de la época no consiste en que se puede realizar la revolución en todo momento, es decir tomar el poder, sino que la actual es una época de cambios bruscos, y que la dirección tiene que estar preparada para estos cambios. Este objetivo está indisolublemente ligado a la autoorganización de las masas, como lo hicieron las masas rusas bajo la forma de Soviet.” Luego citó a Trotsky en Stalin, el gran organizador de derrotas cuando dice: “En la acción, las masas deben sentir y comprender que el soviet es su organización, de ellas, que reagrupa sus fuerzas para la lucha, para la resistencia, para la autodefensa y para la ofensiva. No es en la acción de un día ni, en general, en una acción llevada a cabo de una sola vez, como pueden sentir y comprender esto, sino a través de experiencias que adquieren durante semanas, meses, incluso años, con o sin discontinuidad.” Retomando la comparación con la “trinidad” señaló las diferencias entre el marxismo y un “militarismo” y planteó cómo Clausewitz, a pesar de destacar la importancia de la “fuerza moral” de las masas cuando intervienen en la guerra defendiendo intereses propios, nunca llegó romper con una visión del “pueblo” como “masa de maniobra” debido a los propios intereses reaccionarios que defendía.

En este sentido, destacó que en ese punto “Hay una diferencia central. Para nosotros hay una cadena entre esos organismos que a veces se manifiestan como comisiones internas, que surgen en el sindicato, que a veces se transforman como interfabriles o consejos obreros, y sus elementos más perspicaces, que se organizan con un programa y una estrategia en un partido. Los marxistas no somos militaristas… tuvimos varias experiencias trágicas en nuestro país, y criticamos esas estrategias surgidas al calor de la revolución cubana, que más allá de su heroísmo tenían una estrategia y táctica equivocadas. […] el partido es la continuidad de la autoorganización de los trabajadores, de sus elementos más perspicaces, más templados dotados de una estrategia y un programa para vencer.”

De la comparación en torno a la “trinidad” concluyó: “No hay nada más desprestigiado hoy que un partido de vanguardia. Nosotros lo reivindicamos y, al mismo tiempo, decimos que el marxismo no es un militarismo, sino que queremos los soviets, que los obreros sean la base de todo. No aceptamos la “trinidad” clausewitziana porque estamos hablando de la lucha de clases, no de guerra en general, ni de ‘guerra popular’, aunque opinamos que las insurrecciones, la guerra civil, etc. son elementos componentes fundamentales de un proletariado que se organice y se quiera sacar las cadenas de la opresión.”

Luego de desarrollar la relación entre huelga general e insurrección desde el punto de vista de la estrategia retomando los conceptos de “guerra de montaña” y “guerra de llanura” según Clausewitz, cerró su intervención señalando: “Para nosotros no hay contradicción entre partido de vanguardia y autoorganización de los trabajadores sino que lo vemos como dos niveles de lo mismo. No creemos que las revoluciones las hagan los partidos de vanguardia, sino que las masas con su autoactividad son las que van a hacer las revoluciones, y que el partido revolucionario es clave para que triunfen, para que no se queden a nivel nacional y continúen en la perspectiva de la revolución permanente.”

Por último, Emilio Albamonte señaló sobre Stalin, el gran organizador de derrotas que “este libro, así como el conjunto de los trabajos de Trotsky en los ’30, como sus escritos sobre lucha contra el fascismo en Alemania, etc. etc. […] no creo que le vayan en zaga a los grandes clásicos de la ciencia política como El Príncipe de Maquiavelo, el Leviatán de Hobbes, los trabajos de Rousseau, etc. […] Los que lean este libro estarán leyendo un clásico. Si un clásico es un libro que en diferentes épocas dice distintas cosas según quién lo lee, de Trotsky reivindican parte desde los neocon hasta la ultraizquierda […], en ese sentido Trotsky es un clásico: se lo lee desde las distintas posiciones ideológicas que hay en el mundo.”

Trotsky y el debate de ideas actual

El cierre de la presentación estuvo a cargo de Christian Castillo, quién destacó el momento particular en que se edita este libro y el conjunto de las Obras Escogidas de Trotsky. “Transitando el quinto año de la crisis capitalista –señaló- que abrió una enorme reflexión política en millones de personas y rota de alguna forma la hegemonía neoliberal, están los que sostienen, desde las clases dominantes, que hay que continuar con estas políticas. A su vez, están quienes plantean salidas de extrema derecha reaccionarias, como habrán visto la gran elección de la extrema derecha francesa […] están quienes opinan que ante esto hay que hacer un poco de regulación estatal, una suerte de neokeynesianismo. Y existe también un amplio campo anticapitalista de quienes ven que no se trata de reparar este sistema, sino de aprovechar su crisis para apostar a superarlo”.

Castillo destacó la edición de la obra de Trotsky como un aporte a ese debate de ideas, ya que concentra la posibilidad de recuperación de la perspectiva del marxismo revolucionario y del comunismo luego del hundimiento del estalinismo. Y agregó: “es parte de una disputa donde los conservadores, los reaccionarios, utilizan a sus intelectuales –como Robert Service, Richard Pipes, Orlando Figes-, para demostrar que no hubo alternativa comunista al stalinismo. Frente a esto queremos demostrar que hubo hombres de carne y hueso que pelearon palmo a palmo contra la contrarrevolución stalinista por mantener vivas las tradiciones revolucionarias.”

En este marco resaltó cómo la pelea por mantener conquistas teóricas y programáticas permitió a su vez enriquecer esta tradición, y que “en aquella época es cuando Trotsky se va a mostrar como uno de los analistas políticos más sofisticados de la entreguerra, que va a captar finamente todos los procesos políticos en Occidente, como el fascismo, el frente popular, etc.”

Una obra escrita al calor de los grandes procesos de la lucha de clases Entrando de lleno en el Stalin,…, Castillo destacó que “este libro puede considerarse un punto de llegada de la lucha de la Oposición de Izquierda. Desterrado en Alma-Ata, luego de la derrota de la Oposición conjunta de la URSS en 1927, Trotsky realiza un balance de las peleas dadas tanto en el terreno de la URSS como sobre la política de la Internacional Comunista desde 1923. Peleas que tienen como puntos fundamentales la lucha por una estrategia de salida de la NEP mediante el desarrollo de la industria nacionalizada, enfrentando la política de Kamenev-Zinoviev-Stalin, y de Stalin-Bujarin posteriormente, de hacer concesiones a la burguesía agraria (kulak), así como las referidas al régimen interno de partido y la política internacional.”

Castillo señaló cómo en este libro Trotsky discute ampliamente la revolución China, y cómo sobre este proceso, el principal del momento en el que batallaba la Oposición Conjunta, ésta dio una pelea sólo parcial, ya que Trotsky no tenía acuerdo con Zinoviev sobre cuál era la política a seguir en China. Y recordó que sólo Trotsky se había opuesto en 1926, en el Politburó del PCUS, al ingreso del Kuomintang (partido de la burguesía nacionalista china) a la Internacional Comunista; y que frente a la política de la dirección de la Internacional de hacer partidos “obreros y campesinos” negándose a sostener una política independiente del proletariado chino, Trotsky no logra que el conjunto de la Oposición rechace la política liquidadora del estalinismo, que abrió las puertas a la masacre de comunistas chinos en 1927.

Luego Castillo destacó cómo “cuando hablamos de estrategia y de táctica, y de que la política revolucionaria es central en momentos decisivos, no hablamos de poca cosa, como se demostró en los ’30. En los procesos que Trotsky analiza en los años ’30, definir claramente la estrategia revolucionaria y la táctica correcta es decisivo”. En este sentido, trajo una cita de Stalin,..., donde Trotsky señala que “entre el determinismo mecanicista (fatalismo) y el voluntarismo arbitrario, está la dialéctica materialista”, para desarrollar cómo Trotsky demuestra que la política de la Internacional después de Lenin oscila entre, por un lado, considerar que la derrota –o la victoria- está dada por las condiciones objetivas donde nada tienen que hacer los sujetos, y por otro, la perspectiva opuesta de un voluntarismo puro. Errores que se volverán a repetir en los años siguientes, cuando después del VI Congreso, Stalin dará el viraje ultraizquierdista del “tercer período”, que permitirá el ascenso de Hitler en Alemania, y luego en 1935 cuando se da el giro hacia la política de los Frentes Populares, es decir, de colaboración de clases.

Como conclusión, Castillo planteó que “si queremos intervenir en la realidad política, sólo siendo unos necios podríamos no querer conocer profundamente la obra de Trotsky. Sería como estudiar física y no querer conocer a Newton, a Einstein, a los físicos cuánticos. No se puede empezar de cero. Los fenómenos políticos y sociales son variables, pero podemos hacer analogías entre acontecimientos que nos permitan apropiarnos de lo más alto que dio el pensamiento en la teoría y estrategia revolucionaria. Sin dudas el proletariado mundial tuvo en la III Internacional el punto más alto de su pensamiento estratégico, con la conquista del Estado Obrero y el enfrentamiento con el imperialismo. No querer apropiarse de una obra como la de Trotsky si peleamos por vencer a la sociedad capitalista, por lograr un gobierno de los trabajadores y avanzar hacia una sociedad emancipada, sería verdaderamente un acto de ceguera”.

Notas

1 De la nada.

2 Guerra desarrollada entre 218a.C. y 201 a.C entre Roma y Cartago, las dos potencias principales que se disputaban el dominio del mar Mediterráneo, donde Roma termina imponiéndose.

3 En la compilación Escrituras publicada en 2011 por Ediciones Biblioteca Nacional.





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