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Periódico / LA DERECHA MIENTE

Martes 28 de abril de 2015

LA DERECHA MIENTE: LA CRISIS DEL CHAVISMO NO ES LA CRISIS DE UN PROYECTO SOCIALISTA

La cuestión del Estado y el poder de los trabajadores (I)

Por Ángel Arias


Hace varios números iniciamos esta serie dedicada a refutar las ideas de la derecha sobre un supuesto “fracaso del socialismo”, propaganda apoyada en la crisis actual del chavismo (que se empeñó en autodefinirse como “socialista”). Inauguramos en la edición 32 mostrando que no tiene fundamento hablar de la crisis económica actual como una “crisis del modelo socialista”, porque la base económica del socialismo es la abolición de la propiedad capitalista para establecer la propiedad común de los medios de producción y de vida (empresas, bancos, tierras), pero eso jamás se lo propuso el gobierno y nunca ocurrió: en estos años la propiedad capitalista nunca dejó de ser, de lejos, la principal y dominante forma de propiedad en el país. Es la crisis de una economía capitalista (rentística) y dependiente.

Esta vez nos proponemos continuar con la cuestión del Estado y el poder en el socialismo. El tipo de poder político que correspondería a una sociedad que avanza hacia la construcción del socialismo es el autogobierno de los productores, lo que el marxismo denomina “dictadura del proletariado”. El marxismo rechaza mentir sobre la naturaleza del Estado, como lo hace la ideología burguesa, devela que en toda sociedad dividida en clases el poder político envuelve la dictadura de la clase dominante sobre el resto de la sociedad.

Así, por más derechos electorales o de participación que existan en el capitalismo, el poder político en la “democracia” burguesa sirve para sostener una dictadura de clase: la dictadura de los capitalistas, que al controlar la propiedad de los medios de producción y adueñarse de las riquezas que produce el trabajo colectivo, acaparan en sus manos todo aquello que la sociedad necesita para vivir y satisfacer sus necesidades (alimentos, medicinas, semillas, maquinarias, transportes, fuente de trabajo dinero, etc.), así, controlan la vida de la mayoría de la población, bien sea directamente como trabajadores explotados, como consumidores, o como pobres y excluidos a causa de la concentración de riquezas. Una realidad que la mayoría no puede cambiar con el voto, una dictadura social que es sostenida y garantizada por las leyes, los jueces, la policía, el ejército y los políticos burgueses, por más “democráticos” que sean.

El poder político para una sociedad socialista exige pues una verdadera revolución en todos los órdenes del poder político, al tiempo que en el terreno de la economía se suprime la propiedad capitalista haciendo que los medios de producción y las riquezas sean de todos, también las leyes, las fuerza armadas, los tribunales, el parlamento, las alcaldías, gobernaciones y la presidencia son desplazadas, suprimidas, es la “destrucción del Estado burgués”. Sobre las ruinas de ese poder que sostiene la sociedad de explotación, se alza un nuevo poder ejercido directamente por los propios productores de las riquezas, los trabajadores, en alianza con los demás sectores empobrecidos.

A esto nunca se ha llegado gradual y pacíficamente, implica que en circunstancias revolucionarias, a partir de demandas económicas o directamente políticas, surgen instancias de poder de los trabajadores que disputan el control en los lugares de trabajo -incluso en el territorio-, que mediante la movilización y lucha revolucionarias, incluyendo su armamento, se enfrentan a los capitalistas y al gobierno burgués de turno hasta lograr derrotarlos militarmente, pasando a ejercer el control de la economía y del país. Al poder ejercido por una casta de políticos y militares profesionales por encima del pueblo, le sustituye este poder ejercido por los organismos que los propios trabajadores, campesinos pobres y sectores populares conforman y controlan en las fábricas, lugares de trabajo, barrios y haciendas (comités, consejos, juntas, milicias, etc.), una forma política mil veces más democrática que la democracia burguesa, pero que es una “dictadura” hacia la clase capitalista, porque al abolir “su” propiedad, destruir su ejército y sus instituciones políticas, la “oprime” porque le niega la posibilidad de explotar y controlar la sociedad.

De eso hablamos cuando hablamos de un régimen político socialista. La Comuna de París (1871) y la República de los soviets (consejos) obreros y campesinos en Rusia (1917) fueron ejemplos triunfantes (aunque la primera fuera derrotada sangrientamente a los tres meses, y la segunda sufriera –con los años y las terribles circunstancias a que se vio sometida– un proceso de degeneración). La derecha, deseosa de reivindicar ideológicamente el capitalismo, dice que en Venezuela está en crisis un régimen socialista, pero ¿alguien puede afirmar con seriedad que en nuestro país vivimos la crisis de un poder político como el que señalamos?

En la siguiente entrega completaremos esta discusión con los ejemplos concretos de poder “socialista” (es decir, anticapitalista y de los trabajadores) que ha dado la historia y el “poder popular” o “comunal” del chavismo.


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