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Periódico / Nacional

Miércoles 26 de agosto de 2009

DOSSIER: LAS NACIONALIZACIONES: ENTRE LA COMPRA DE “SOBERANÍA” NACIONAL Y EL FRAUDE DEL “DESARROLLO NACIONAL” Y EL “PAGO DE LA DEUDA SOCIAL”

LA IMPOTENCIA DEL “ESTADO DESARROLLISTA” Y EL CAPITALISMO SEMI-COLONIAL

Por Mario López


Esta situación muestra la completa incapacidad del nacionalismo burgués para llevar adelante su tarea prometida: liberar a la nación del yugo imperialista y desarrollar al país. Toda la lógica de las nacionalizaciones/compras que ha hecho el gobierno es lograr la “siembra del petróleo”, es decir, capitalizar la renta primario-exportadora (petrolera en este caso) orientando parte de esta hacia el desarrollo de la industria, para pasar “de una economía rentista a una economía productiva”. En el logro de ese objetivo, que no es socialista sino nacional burgués, el Estado venezolano cumple un papel central, pues en nuestro país los hidrocarburos son propiedad de la nación desde hace décadas.

Es así como tenemos hoy una suerte de “Estado desarrollista” que regatea con el imperialismo mejores condiciones de expoliación, al captar una mayor porción de la renta petrolera (aumento o creación de nuevos impuestos, conformación de empresas mixtas con mayoría accionaria) que es usada -además de para paliativos a los problemas más urgentes de pobreza y miseria (misiones)- para impulsar el “desarrollo nacional”: comprando empresas estratégicas para este objetivo (acero, aluminio, cemento, algún banco, etc.) que pasen a ser conducidas por el Estado y otorgando créditos baratos y subsidios a los “sectores productivos” del empresariado nacional. Un esquema en el que las transnacionales petroleras y gasíferas participarían bajo los parámetros establecidos por el Estado para del “desarrollo nacional”.

Esto no es más que un reacomodo del capitalismo semicolonial venezolano, pues la manera tan timorata y subordinada al imperialismo como se supone que se busca el objetivo, hace que las promesas de “desarrollo” no sean más que ofertas engañosas para las masas y bravuconadas en el discurso para la publicidad política. Tras diez años de gobierno de Chávez el país sigue atado a la importación de la mayoría de los alimentos que necesita –la cual de hecho ha aumentado(1) –, así como de cuanto bien hace falta para el curso más o menos normal de la economía, con un aumento vertiginoso de las importaciones en los últimos años, justamente los años de mayor ingreso y captación de renta petrolera, resultando una economía tan o más dependiente de la renta petrolera que décadas atrás. Las empresas básicas, el segundo polo industrial más importante del país y clave para el desarrollo de la economía, se encuentra en crisis por desinversiones, desactualización tecnológica y condiciones insoportables de trabajo, incluyendo miles y miles de obreros súperexplotados mediante la tercerización. Pero el gobierno no ha dejado de destinar millones y millones de dólares para pagar religiosamente la deuda externa en toda esta década, sostiene un acuerdo de exoneración de impuestos a las importaciones estadounidenses en el país, continúa respetando los acuerdos de venta de petróleo barato a los EE.UU., y desembolsa decenas de miles de millones de dólares para el capital transnacional.

Si el imperialismo implica la transferencia sistemática de recursos de la periferia hacia el centro capitalista, al fin y al cabo ese esquema se mantiene casi intacto en la Venezuela del siglo XXI, con unos términos de intercambio comercial y económico igual o peor de desiguales que antes.

No podía ser de otra manera en el esquema “clásico” del nacionalismo burgués latinoamericano que pretende oponer al imperialismo el desarrollo nacional capitalista: pero el imperialismo no es sino la expresión más moderna del capitalismo mundial, por lo que ese planteamiento es todo un absurdo pues, en última instancia, buscaría combatir al capitalismo (imperialista) con capitalismo (nacional). El “subdesarrollo”, la condición semicolonial, es la forma que adquiere el capitalismo en nuestros países en la época del imperialismo, por eso no hay manera de “desarrollarse” en sus estrechos marcos. Es una verdad comprobada durante toda la larga historia de luchas y amargas derrotas del siglo pasado en nuestra América Latina y el Caribe.

Como hemos dicho otras veces, en nuestro país no hay ninguna “revolución antiimperialista” sino una suerte de “re-negociación” de la condición semicolonial del país, lo que se expresa no solo en el plano económico, sino incluso en el político, el nivel de mayor “independencia” del país, como se evidenció en el cuestionamiento de Chávez a las FARC y su llamado a que depusieran las armas, alineándose con la política yanqui y de Uribe, en el llamado al gobierno de Bill Clinton y ahora al de Obama al establecimiento de “buenas relaciones” con “respeto mutuo”, que se expresó en la última Cumbre de las Américas donde todos los países aceptaron “comenzar una nueva etapa de relaciones” sin cuestionar la dominación estructural que ejerce el imperialismo en la región, y actualmente en el golpe reaccionario en Honduras donde el gobierno de Chávez, como todos los de la región, se mantiene subordinado a los tiempos, dinámicas y salidas que Washington ha decidido imponer.

Notas

1 En 1998 se importaron 1.761.369 millones de dólares en alimentos, cifra que fue creciendo hasta llegar a 7.477.149 millones en 2008, un aumento del 300%. El Mundo, Economía&Negocios, 28-07-09.





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